Caminaba por la calle nocturna sola y antes de cruzar la acera, apareció una niña que iba presurosa, aparentaba unos 8 años de edad, cargaba sobre sus hombros una gran mochila de mezclilla, parecía que el peso la tiraría cual tabla de madera sobre el piso en cualquier momento, pero no fue así. Por donde pasaba dejaba un olor a vainilla como si acabase de perfumarse con cientos de especias frescas de la más deliciosa calidad, pensé que estaba arreglada para esa ocasión. Cuando pasó justo al lado mío pude vislumbrar sus ojos color miel, estos parecían muertos, la chiquilla no irradiaba alegría alguna. Debido a que las horas eran totalmente inapropiadas para que una criatura así estuviera sola deambulando por la ciudad, de inmediato me intrigó. Así es que sin dudarlo me decidí a seguirla. Me enfrasqué en esa aventura solo por sus ojos color de ámbar. Tristes, marchitos y profundamente fríos. Ella siguió caminando por la banqueta y yo la seguí sigilosa, se internó en un callejón y la perdí de vista. El silencio absoluto y los escalofríos se apoderaron de mí. La niña ya no estaba, no se oía ruido, el aroma a especias había desaparecido. La busqué de nuevo por el callejón, pero ahí no había nadie más que yo, escuché ruido y pensé que era alguna rata de alcantarilla merodeando cerca, a mí estos seres me provocan total repulsión, así es que eché un vistazo por última vez y no vi nada, Volteé de nuevo tratando de encontrarla y en el piso, en un rincón pude ver una cajita verde decorada con muchas estampas con un dejo muy infantil, volví a escuchar el ruido, el terror me invadió de nuevo, creí que dentro de esa caja había un roedor, me horroricé con la idea, pero la caja no se movía. Ya que la situación de por si era bastante extraña, me decidí por tomar el objeto entre mis manos y abrirlo, ya no tenía nada más que perder, la curiosidad me había ganado desde hace más de media hora, la pequeña ya no estaba, eramos solo el callejón, el supuesto roedor, esa cajita y yo.
*Continuará...*